sábado, 21 de marzo de 2009

Aprendiendo


Es la segunda vez en mi vida que piso estas calles, pero aún recuerdo cuanto me sorprendió la primera vez. Las cosas no han cambiado mucho, aunque yo sí. He crecido, y con ello he ido adquiriendo más conocimientos, otra forma de ver el mundo. Hacía ya mucho tiempo que no veía todo esto, pero me resulta familiar. Sentada en una inmensa escalinata veo las gentes ir y venir, siguiendo con sus vidas, sin reparar ni un instante en cuánta belleza se levanta frente a ellos. Una madre tira a su hijo del brazo, que cansado de caminar, ya no quiere dar ni un paso más; una anciana lleva dos bolsas de la compra que, aunque parecen medio vacías, se le hacen pesadas de llevar; una pareja pasea cogida de la mano, se mira a los ojos y sonríe, mientras un hombre de mediana edad pinta un cuadro ante la atenta mirada de un par de espectadores que van analizando el proceso. Y así tantas y tantas persones que van, que vienen, pero que jamás se detienen. Me pregunto si serán conscientes de la suerte que tienen de vivir en esta ciudad, de si entienden lo que significa para personas como yo.



¡Ojala viviera aquí! Me encantaría levantarme cada mañana con estas vistas, llenarme los pulmones de este aire cargado de historia y bohemia y poder pasear po esta plaza, viendo como decenas de pintores representan su realidad; unos por placer, otros por dinero. Aunque también es cierto que lo que más desconoce uno es lo que tiene más cerca. Así que quizás sea mejor tener que viajar para poder venir aquí, para apreciarlo todo y para poder seguir sorprendiéndome en cada esquina.

Porque esta belleza, lo interesante de este lugar no recae sólo en sus museos, en sus monumentos o sus grandes obras de arte -magnífico todo por otro lado-. Lo bello reside en las calles que tienen su propia vida y su propia historia, en sus gentes que van aquí y allá, en sus costumbres, sus lugares de ocio. Lo bonito es perderse por las callejuelas y no saber ni dónde estas ni dónde llegarás, sólo admirar la normalidad y lo mágico del lugar, aprendiendo de cada persona, de la vida, de tí mismo. Esto es lo que lo hace realmente especial.



Se está poniendo el sol, pero no tengo prisa. Ojalá pudiera quedarme toda la vida en esta escalera, escuchando los ruidos de los coches, de la gente y de los pájaros. Respirando este aire y sintiéndome llena de vida. Viendo el trajín que acarrea el ir y venir tan típico de una gran ciudad. ¡Cuán maravilloso poder detener el tiempo!

Pero ya oscurece, llega el momento de irse y abandonar este magnífico lugar. Aunque no me da pena. Aún no. Me quedan un par de días para disfrutar y no pienso desaprovecharlos. Iré a cenar a un restaurante donde me sirvan un excelente brioche con Camembert y donde de postres pueda escojer entre centenares de creps. Siempre mientras pueda seguir observando esta preciosa iglesia que queda a lo alto de la escalinata.

Y mañana... bueno, mañana más.



2 comentarios: